El pasado 18 de febrero, la Asociación Americana del Corazón se retractaba sobre la publicación de un estudio que vinculaba el uso de cigarrillos electrónicos con el riesgo de infarto.
Dicho estudio, publicado originalmente el 05 de junio de 2019 y que fue realizado por los científicos Stanton Glantz y Dharma Bhatta -de la Universidad de California-, concluía que el uso de cigarrillos convencionales tanto de cigarrillos electrónicos suponía un riesgo similar, mientras que hacer ambas cosas al mismo tiempo era una opción aún más peligrosa que podía aumentar la probabilidad de sufrir un ataque de corazón.
Esta contundente afirmación ponía en tela de juicio que los nuevos dispositivos libres de humo fuesen una potencial alternativa para reducir los daños generados por consumir cigarrillos para los más 1.000 millones de fumadores que hay en el mundo. Lo que provocó el pánico nacional y alimentó un concepto erróneo sobre el potencial de riesgo de estos cigarrillos, que fue difundido por grandes medios de comunicación como CNN, Yahoo News y USA Today.
Además el suceso fomentó la reacción de diversos expertos científicos como Brad Rodu, experto en control del tabaco de la Universidad de Louisville, que señaló que muchos de los vapers analizados para el estudio también eran fumadores actuales o anteriores y por ello, existía la posibilidad de que el consumo de cigarrillos tradicionales fuera lo que los hacía más propensos a sufrir ataques cardíacos.
A él, se le sumaron otros académicos de escuelas de salud pública, incluyendo la Universidad de Nueva York, Yale, y el King’s College de Londres, que conjuntamente, enviaron una carta a la JAHA cuestionando la validez del estudio y la metodología utilizada para llegar a esa
conclusión, destacando que “muchos de los infartos de miocardio (IM) utilizados en el cálculo de la asociación entre el uso de cigarrillos electrónicos y el riesgo de IM ocurrieron antes de que estas personas utilizaran los cigarrillos electrónicos por primera vez”.
Tras estas críticas y después de 8 meses de presión por parte de la comunidad científica, el pasado 18 de febrero, los editores de la revista se retractaron declarando que el estudio pudiera haberse basado en datos engañosos y concluyendo que éste no tenía en cuenta cierta información de una encuesta de evaluación de la población sobre el tabaco y la salud, muy relevante para la investigación.
Al modificar su postura, la JAHA confirmó el hecho de que estas conclusiones fuesen “poco fiables” y puso a prueba la preocupación generalizada de que las nuevas alternativas al cigarrillo tradicional sean productos todavía desconocidos para la sociedad y que mucha de la información que se comparte no cuenta con metodologías científicas adecuadas, prácticas reconocidas internacionalmente y equipos de científicos validados.
Asimismo, la publicación se produjo en medio de la creciente polémica por el aumento del uso de los cigarrillos electrónicos por parte de los adolescentes, sumado a la cantidad de desinformación existente sobre la diferenciación de estos productos entre los que se encuentran tres tipologías.
Por un lado, los cigarrillos electrónicos, que son dispositivos que funcionan con batería, no contienen tabaco y vaporizan una solución líquida (e-líquido o e-jugo) con diferentes cantidades de nicotina y/o sabores. Por otro, los vaporizadores, un tipo de cigarrillo electrónico que pueden o no contener nicotina líquida, además de otras sustancias como aceites de marihuana o saborizantes. Y por último, los productos de tabaco calentado, que contienen tabaco natural y nicotina y producen vapor en lugar de humo.
Estos últimos, son los únicos reconocidos oficialmente por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) como adecuados para la protección de la salud pública y es la única tecnología de tabaco calentada eléctricamente a la que la FDA ha autorizado a la venta en EE.UU.
En este sentido, dada la confusión provocada, tanto para los fumadores como para los periodistas y el público en general, es necesario difundir información basada en la ciencia, sobre alternativas al cigarrillo como los electrónicos, que si bien no son libres de riesgo, son significativamente menos nocivos para la salud que fumar tabaco, según han declarado organismos independientes como el Departamento de Salud del Reino Unido.
Noticias como esta, no hacen más que contribuir a socavar la confianza en el mundo académico, ya que variedad de medios especializados han destacado el error de la revista poniendo de manifiesto la falta de rigor científico y la escasa fiabilidad del mismo.