Por: Roberto Alfaro, gerente general SCM Chile
Las empresas, por definición, comienzan para mantenerse en el tiempo, perdurar, mutar, evolucionar, pero no se conciben con fecha de vencimiento o caducidad programada. ¿Por qué? Porque están hechas para agregar valor en la sociedad y eso toma tiempo. Incluso, empresas muy exitosas desde el punto de vista de sus ganancias hoy pueden tener un futuro incierto si no mutan cómo la sociedad lo hace. Para reaccionar a estos cambios las organizaciones deben ser capaces de prevenirlos y eso se alcanza con una mirada de largo plazo. Ya nadie compra un cassette, arrienda una película en una tienda y en poco tiempo los autos a bencina podrían dejar de fabricarse. Hubo cambios drásticos y con ello la forma de hacer negocios también.
Los negocios requieren cuidados, en especial al momento de tomar decisiones, más si justamente el tiempo es el factor crítico. Una decisión que parece ser muy exitosa en el corto plazo podría sepultar a una compañía con el tiempo. El corto plazo es particularmente tentador, dado que se muestra más claro, más descubierto y determinado. Es fácil ver las consecuencias inmediatas de una decisión, pero esas mismas consecuencias hoy ya no son tan claras si la perspectiva del tiempo se extiende.
Siempre se afirma que hacerlo mal cuesta lo mismo que hacerlo bien. ¿Por qué, entonces, no se hace bien? Porque es difícil y obliga un trabajo pensado. Mantener la concepción de valor de largo plazo permitirá influenciar decisiones de corto plazo. En un registro no menor de veces a corto plazo se vislumbran ganancias espectaculares que terminan por abortar proyectos y sueños.
La decisión de algunos fabricantes de automóviles, como Volvo o Jaguar, de concentrar sus esfuerzos en la producción de autos eléctricos para el año 2020, es una de las más notables iniciativas de corto plazo con impacto en el tiempo. Otro caso clásico lo tiene Google. Por años tuvo servicios gratuitos. Creció infinitamente. ¿Qué habría sucedido si por cada búsqueda hubiera cobrado? Jamás habría llegado a ser lo que es. Coca Cola es otro buen ejemplo. Cuando desarrolló productos bajos en azúcar o decidió embotellar el agua el mercado reaccionó ante una decisión que calificaron de muy errada. El tiempo, y dados los hábitos de consumo del público, le dio la razón.