La visión de futuro no es siempre autos voladores, teletransportación o ciudades inteligentes. El futuro son las personas que hacen todo eso posible, algo de lo que hemos sido testigos en los últimos años. Nos encontramos ante el final de un año que pasó en un abrir y cerrar de ojos; en los últimos 12 meses hemos sido partícipes de la innovación, el cambio y la tan famosa “nueva normalidad”.
Este 2022 se vio atravesado por la vuelta a una rutina que ha evolucionado como resultado de la pandemia. Sí, una vez más voy a hablar de ese pequeño elefante blanco en medio de la habitación que forzó a las comunidades, países y el mundo entero a parar la pelota, tomarse un segundo para reflexionar y, una vez seguro de sí mismo, avanzar.
En el centro de todo eso, mientras el teletrabajo se volvía la norma y las telecomunicaciones, los jugadores estrella del partido, el factor humano brilló bajo los focos del estadio en una jugada magistral donde la victoria fue colaborativa. Las empresas comenzaron a apreciar una forma de trabajo abierta que significaba hacer cambios profundos arraigados en la cultura.
Esos cambios fueron tanto externos como internos. El trabajo desde casa —una novedad para muchas empresas a comienzos del 2020— se ha convertido en lo normal, a tal punto que muchas compañías decidieron adoptarlo como metodología de trabajo hacia el futuro. Pero así como nos permitió ser dueños de nuestros tiempos y encontrar formas de ser más productivos, también nos privó de compartir espacios comunes, estar conectados y mantener el contacto.
Fue allí donde se puso a prueba el modelo de cultura abierta, en el que la comunicación fluida era clave y la confianza en el equipo debía ser igual. Las empresas que se vieron forzadas a adoptar esta forma de trabajo tuvieron que también adaptar su infraestructura tecnológica y encontrar formas de crear cercanía a pesar de estar lejos. En Red Hat el trabajo a distancia y, hoy en día híbrido, no fue una sorpresa, ya que siempre ha apoyado esa forma de relacionarse basada en los códigos del open source.
Hoy nos adentramos en una nueva normalidad que se volvió híbrida. Enfrentamos los obstáculos y construímos experiencias fusionando lo presencial, lo virtual y el on demand. Para poder continuar en el campo de juego debemos priorizar la flexibilidad, que es el factor clave de nuestra cultura. El software open source prosperó bajo una comunidad de desarrolladores que trabajaba de forma remota y asincrónica, pero con objetivos compartidos. Antes de la pandemia más del 30% de los Red Hatters ya trabajaba con ese formato.
Con los años hemos construido equipos y alcanzado objetivos independientemente de dónde nos encontrábamos físicamente. Fue gracias a la flexibilidad y voluntad que se logró atravesar la incertidumbre de la pandemia. Y como todo, requirió de un gran trabajo por parte de los líderes y los equipos para poder llegar a donde nos encontramos hoy en día. Y así es como continuaremos haciéndolo en el futuro; siempre aprendiendo de los errores y priorizando a nuestras comunidades para transitar el rumbo correcto, pero fieles a nuestra cultura: siendo flexibles y escuchando lo que las personas tienen para decir.
También tuvimos cambios internos, como la nueva posición de Matt Hicks como líder global de Red Hat. En palabras de Paul Cormier, presidente del directorio, “Matt es el arquetipo del auténtico integrante de Red Hat y no hay duda de que es la persona adecuada para ocupar este puesto.” No se debe temer a los cambios, ya que ellos representan que todavía podemos aprender y que está en nosotros innovar.
Las nuevas oficinas de Red Hat Brasil son ejemplo de esa evolución, un espacio innovador e inteligente que busca potenciar las conexiones e invitar a la colaboración bajo el concepto del futuro del trabajo. Los Red Hatters y colaboradores tienen la posibilidad de elegir cuándo ir a las oficinas y cómo trabajar —ya sea en escritorios, mesas compartidas o cómodos en nuestros sillones. Este espacio es una renovación del compromiso que Red Hat tiene con sus empleados, pero también es testimonio de una visión a futuro, en la que el trabajo no domina la vida de las personas, sino que se adapta a ellas.
La oficina hasta hace unos años era un espacio donde solíamos trabajar, pero ese concepto quedó en el pasado. Al brindar la posibilidad de elegir cuándo asistir a ella, logramos transformarla en un lugar donde reencontrarnos y reconectarnos. El futuro del trabajo es poder tener momentos donde olvidarnos de las tensiones y presiones y celebrar la cultura que nos unió en un primer momento. En pocas palabras, recuperar el verdadero sentido de estar juntos en un mismo espacio: ser una comunidad.
La llegada de la nube híbrida, por ejemplo, tomó desprevenidas a algunas empresas, otras supieron adaptarse a ellas. El futuro del trabajo pareciera funcionar de manera similar, pero tarde o temprano todas las empresas deberán adoptarlo. Solo así el futuro se convertirá en presente y pasaremos a soñar lo que luego se convertirá en innovación.
El futuro del trabajo es también crear nuevas oportunidades, de manera democrática y abierta. La búsqueda del conocimiento es la meta, intentar saciar la fuente infinita de curiosidad. Pero prepararnos para el futuro puede significar muchas cosas en esta nueva normalidad: para algunos será la educación tradicional, seguir un plan establecido con la flexibilidad justa para adaptarse a los cambios; para otros, será una formación poco “ortodoxa”, aprovechando las oportunidades que algunas empresas están brindando y formarse dentro del trabajo.
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