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Jul 13

La conectividad global nos fortalece: necesitamos más, no menos conectividad

La conectividad global nos fortalece: necesitamos más, no menos conectividad

por John Pearson, CEO de DHL Express

El Covid-19 acelera la necesidad de estar más conectados. Allí hay una oportunidad importante para el e-commerce pues contrario a lo que se pueda pensar la globalización tiene un gran chance de continuar.

Hoy en día se especula mucho sobre un retroceso de la globalización, sobre la formación de bloques económicos rivales, sobre cadenas de suministro más cortas, así como acerca de la vuelta a casa de la industria manufacturera y la expansión de las industrias nacionales clave. En medio de la pandemia por coronavirus, ciertamente no es de extrañar que los pesimistas y críticos de la globalización se sientan de cierta manera justificados; quien antes era escéptico sobre la conectividad global, ahora encuentra nuevas razones para seguir siéndolo. Aun así, es comprensible que muchas personas hoy en día estén preocupadas por el futuro de la economía mundial.

Estamos en una grave crisis. La brusca caída de la economía mundial como resultado de la pandemia causada por el COVID 19 parece peor que la crisis financiera mundial de 2008. Según la OMC, los flujos comerciales mundiales podrían disminuir hasta un tercio este año. Y las predicciones para los flujos de capital son similares, con la previsión de que la inversión extranjera directa caiga hasta un 30 - 40% en 2020/21. Los viajes transfronterizos también están disminuyendo drásticamente. Se estima que la cantidad de pasajeros que vuelan internacionalmente disminuirá hasta 1,5 millones este año. Estos y otros efectos de la crisis están sometiendo a severas pruebas a muchas personas, empresas y sectores de la economía.

Un estímulo para nuestro sistema inmunológico

A pesar de las sombrías perspectivas para el año 2020, no creo que después de la crisis vayamos a ver una disminución permanente y masiva de la conectividad global. Creo que la globalización se afianzará de nuevo. Ni siquiera los escenarios de impacto más pesimistas cuentan con el colapso de los flujos comerciales y de capital. Por el contrario, las disminuciones previstas prevén un retorno a niveles que, en el decenio del 2000, eran ampliamente considerados como un signo de hiperglobalización. Simultáneamente, la pandemia en muchos lugares ha dejado muy en claro cuán importante es la globalización para nuestro “sistema inmunológico” en lo económico y lo social.

Durante esta crisis, muchas empresas con presencia internacional se han encontrado en una posición mucho mejor que las empresas con un enfoque puramente nacional o regional. Esto tiene su lógica: las empresas que operan en un solo país están completamente a merced de la situación local. Por otra parte, las empresas con presencia en muchos países son más fuertes y flexibles. Al principio de la crisis, por ejemplo, las compañías de envergadura mundial con negocios en China sintieron el lastre de las primeras interrupciones de actividades (shut-downs). Pero esta desventaja inicial se convirtió en una ventaja, ya que la recuperación en China ahora proporciona un impulso a las empresas que hacen negocios allí. Cada ramo es diferente, por supuesto, pero las compañías internacionales parecen estar demostrando mayor capacidad de resiliencia en este momento.

La apertura hacia otros mundos protege contra la vulnerabilidad

Por razones similares, también creo que muchas de las exhortaciones a favor de una mayor fabricación nacional y la renacionalización de los sectores económicos son erróneas. Las cadenas de suministro nacionales no son forzosamente más resilientes a la crisis. Más bien al contrario, las cadenas de suministro en general necesitarán diversificarse más en el futuro, lo que implica más globalización, no menos. Sin duda resulta sensato tomar precauciones y acumular reservas estratégicas de bienes esenciales para situaciones de emergencia. Pero no olvidemos que la división globalizada del trabajo sigue siendo vital para la prosperidad. Carecería de sentido —y resultaría incosteable a largo plazo— que cada país produjera todos sus propios productos médicos, por ejemplo.

No me cabe duda de que, en última instancia, las sociedades abiertas y diversas resultarán ser más robustas ante la crisis. Ahora mismo, necesitamos una investigación conectada globalmente y los mejores conocimientos médicos de todo el mundo para ayudar a controlar este virus. Y necesitamos más cooperación a través de las fronteras, como compartir la capacidad de terapia intensiva libre disponible o enviar equipos de médicos a otros países. De hecho, las barreras establecidas antes de la crisis, como los aranceles aduaneros sobre productos médicos, ahora amenazan con exacerbar los cuellos de botella en el suministro. Sucede que la maraña actual de restricciones a la exportación y de los aranceles de importación se aplica a muchos de los productos de atención médica e higiene que ahora mismo son tan esenciales.

Mi llamado en favor de una mayor apertura es aplicable tanto más a las regiones más pobres, algunas de las cuales acaban de empezar a sentir los efectos de la crisis de COVID-19. También aquí el acceso a los mercados mundiales puede conllevar una mayor resiliencia. Para las pequeñas empresas y los microempresarios cuyas ventas locales han quedado paralizadas, por ejemplo, el e-commerce (incluido el transporte marítimo transfronterizo) deja la puerta abierta a un atisbo de esperanza. Esto, por supuesto, requiere un entorno favorable que incluya procesos aduaneros modernos y menos burocracia en la frontera. DHL ha trabajado con socios internacionales para proporcionar apoyo en este ámbito desde hace muchos años.

Un poco de normalidad en la crisis

Hoy en día todos estamos sintiendo en carne propia lo mucho que nuestro bienestar depende del comercio, de una logística en funcionamiento y de la conectividad digital a nivel mundial. Imaginen cómo se habría desarrollado esta pandemia hace unas décadas: sin sistemas avanzados de comercio electrónico, sin una poderosa infraestructura global de TI; y sin tecnologías, ni plataformas y smartphones que nos conecten. Todos estos logros nos permiten mantener una continuidad mucho mayor de lo que hubiera sido posible en el pasado.

Hoy en día, muchos empleados y empleadas también tienen la opción de trabajar con colegas y atender clientes desde sus domicilios particulares, haciendo home-office. Los gerentes pueden celebrar una reunión para tomar decisiones comerciales estratégicas sin tener que estar físicamente en el mismo lugar. La familia, los parientes y los amigos pueden permanecer en estrecho contacto sin verse físicamente. Incluso si nos encontramos confinados, tenemos acceso a una cantidad inagotable de conocimiento digital, información y entretenimiento. Hoy en día, el comercio electrónico —en combinación con la logística de vanguardia— se ha convertido en una importante “cuerda salvavidas”.

Tengo la firme convicción que la conectividad global ha hecho que nuestro mundo sea más estable y menos vulnerable en la crisis actual. Deberíamos estar agradecidos. Y en interés del “sistema inmunológico” social y económico del mundo, tenemos que asegurarnos de que la globalización no sufra daños irreparables. Cuanto mejor lo hagamos, tanto mayor será nuestra resiliencia y más fácil nos resultará retomar el ritmo después de la crisis.