Antes de iniciar esta conversación es importante entender el contexto. Y es que, si bien es cierto que la palabra ‘agilidad’ a primera vista es fácil de interpretar -entendiéndose como la capacidad de ser ágil ya sea física o mentalmente-, este concepto ha empezado a tomar un tono distinto. Su auge se lo debemos principalmente a la cultura de cambio que están adoptando las compañías actualmente y que no tienen otro objetivo más que hacerles la vida más fácil a sus clientes. Esta es la Agilidad Empresarial.
Quizás muchos de nosotros como clientes y usuarios, sin darnos cuenta, simplemente hacemos uso de los nuevos procesos y canales digitales que las compañías nos brindan, con el único fin de que podamos acceder de una manera más sencilla al producto que queremos obtener. Pero detrás de esto, existe un proceso de agilidad en el cual una empresa tiene la capacidad de renovarse, adaptarse y cambiar rápidamente al contexto actual de la transformación digital.
Facilitarles la vida a los usuarios y brindar un servicio al cliente óptimo es, en definitiva, un imperativo de los negocios, y eso se ve reflejado en el 64% de las empresas que dice que el servicio al cliente tiene un impacto directo en el desempeño del negocio, de acuerdo con un estudio de Zendesk.[1]
En este mismo reporte encontramos que 66% de los clientes de 2022 fueron menos pacientes que en el 2021[2], una evidencia de lo que generó la pandemia, pues con los confinamientos, las restricciones de movilidad y la implementación del trabajo remoto, las empresas se vieron en la obligación de tener agilidad organizacional. Aquellas que, a pesar de la resistencia al cambio, lograron adaptarse a las nuevas reglas del juego, son aquellas que hoy en día siguen existiendo.
Y para sorpresa de muchas personas, las pequeñas y medianas empresas demostraron tener mayor agilidad y mejor capacidad de adopción, bajo un común denominador: la transformación digital. Dando ejemplo, las pymes se han enfocado en tres pilares fundamentales y han decidido incrementar su presupuesto en tecnología para 2023, designando así 33% para aumentar la eficacia operativa, 32% a mejorar las ventas y el marketing y 31% pensando en mejorar la retención de clientes, según Microsoft.[3]
Entonces, es indiscutible que, como compañías, debemos desafiar la forma en cómo pensamos, actuamos y decidimos, y lo más importante: enfocarnos en las expectativas de los clientes y colaboradores, apropiándonos de la agilidad como parte de nuestra cultura empresarial. Este es el puente que necesitamos las organizaciones para entender, acercarnos y descubrir la forma de impactar de una manera positiva en la vida de las personas.
Más allá de todo esto, es fundamental entender que la agilidad no responde meramente a una estrategia de negocio o un modelo de venta, se trata de un trabajo en equipo que parte de la colaboración, aprendizaje y adaptación a una nueva cultura. Desde allí logramos una completa auto gestión.
La agilidad es el corazón de las compañías, es una manera de ser y hacer empresa, de comprometerse y vincularse con el cliente, en un contexto de cambios radicales, complejos e inmediatos. Y en un mundo que cambia cada día, la agilidad es la clave para persistir.
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