
Por Aquiles Rodríguez Consultor Telco | CEO de MoveWireless
Esa señal de datos celular que todos prometen en sus mapas de cobertura proyectados con entusiasmo sobre la pizarra del centro de control… desaparece. Y no en el medio del Amazonas, sino en el pasillo de una tienda, en una clínica, en la oficina donde el Wi-Fi lleva años sosteniendo el show sin reconocimiento ni presupuesto.
Este no es un artículo para venderte humo con palabras como “resiliencia”, “5G standalone” o “próximamente”. Es una sacudida de realidad. Mientras seguimos vendiendo cobertura como si fuera una panacea, más del 60% del tráfico móvil mundial ya se está yendo por Wi-Fi. Y no por error. Por necesidad.
Aquí no hay marketing. Hay realismo brutal: el Wi-Fi Offload gestionado no solo complementa la red celular; la rescata donde no llega. Y lo hace con estándares, control, visibilidad y, sorpresa, sin romper el ARPU. ¿El truco? Dejar de ver el offload como una amenaza y empezar a verlo como el socio que no exige OPEX, pero entrega resultados.
Sigue leyendo. O sigue creyendo que esa señal de datos celular va a atravesar paredes de concreto armado por pura voluntad.
Durante más de una década, los operadores móviles han invertido en ampliar su huella de cobertura, adquirir espectro y desplegar nuevas tecnologías como LTE y ahora 5G. Pero en 2025, uno de los desafíos más críticos no está en la torre más cercana, ni siquiera en el core de red. Está en el punto donde la experiencia del usuario realmente ocurre: los interiores.
El 89% del tráfico de datos móviles sucede en espacios cerrados: oficinas, hogares, tiendas, hospitales, universidades. Pero lo más revelador es que más del 60% de ese tráfico no transita por la red celular, sino por redes Wi-Fi. Esto no es un fenómeno pasajero ni una anomalía regional; es una tendencia global que, en mercados como Venezuela y en gran parte de LATAM, define el presente y condiciona el futuro.
Los interiores siguen siendo la gran deuda del modelo de cobertura tradicional. Las señales celulares, aun con la promesa de 5G, tienen dificultades para penetrar estructuras densas o garantizar estabilidad en entornos con alta interferencia. Las soluciones como femtoceldas, sistemas DAS o small cells indoor presentan costos operativos elevados, complejidad técnica o simplemente no son escalables en países donde el ARPU es bajo y la inversión debe priorizarse con inteligencia. Es el caso claro de Venezuela, donde cada dólar invertido debe generar impacto real y medible.
Ante esta limitación, el rol del Wi-Fi como tecnología de descarga (offload) cobra una relevancia estratégica. Pero no se trata del viejo paradigma de “conéctate a cualquier red abierta”. Hoy, estándares como Hotspot 2.0 (Passpoint), EAP-SIM/AKA y plataformas AAA de nivel carrier permiten integrar redes Wi-Fi a la infraestructura móvil con la misma seguridad, control y visibilidad que una celda LTE. En lugar de competir, el Wi-Fi puede descargar tráfico, liberar la RAN, mejorar la experiencia del usuario y reducir el costo por GB para el operador. Y todo esto sin perder la sesión del usuario, sin sacrificar el billing y sin poner en riesgo la privacidad de los datos.
Implementar un modelo de convergencia móvil–Wi-Fi no solo tiene sentido técnico; también es un movimiento económicamente viable. En mercados como Venezuela, así como en otros países de LATAM, los operadores enfrentan desafíos de rentabilidad, mientras que las empresas —desde bancos hasta cadenas de retail— necesitan mantener conectividad constante sin depender de la señal celular. En este contexto, una red Wi-Fi gestionada y federada puede convertirse en una extensión lógica y rentable de la red móvil.
Esto no solo beneficia al operador. Las organizaciones ganan en productividad, continuidad operativa y percepción de marca. Si un equipo de ventas no puede conectarse desde el local, si una consulta médica remota se interrumpe, o si un cliente no puede pagar por falta de señal, se pierde más que conectividad: se pierde tiempo, ingresos y confianza. Hoy, la experiencia digital es parte del producto, y la conectividad —aunque invisible— define su calidad.
El problema es que muchos operadores aún ven el offload como una amenaza, no como una palanca estratégica. ¿Cómo descargar tráfico sin perder control? ¿Cómo garantizar calidad sin gestionar directamente la infraestructura? ¿Cómo integrar la red Wi-Fi sin generar brechas regulatorias o de seguridad? La respuesta está en adoptar un modelo de red compartida, donde el operador mantiene el núcleo —autenticación, políticas, analítica— y los aliados ofrecen la última milla indoor, bajo estándares interoperables. No es un modelo nuevo, pero es el que mejor se adapta a entornos de baja inversión y alta exigencia, como Venezuela y otros países de América Latina.
Desde esa perspectiva, desarrollamos MoveWireless. No como un operador móvil ni como un simple proveedor de Wi-Fi, sino como una red de convergencia. Integramos autenticación por SIM y Passpoint, gestionamos la experiencia de conexión por perfiles de usuario y tipo de aplicación, y ofrecemos una red distribuida, desplegable en locales, tiendas, clínicas, instituciones, espacios comunitarios, estadios y grandes venues. Conectamos usuarios móviles en automático, con calidad de servicio asegurada, y entregamos a operadores e ISPs la capacidad de descargar tráfico, ampliar cobertura y mejorar su ARPU sin invertir en infraestructura macro.
Además, incentivamos la creación de una comunidad de aliados que despliegan puntos MoveOne —con access points certificados por MoveWireless— en función del tráfico descargado, la calidad y la ubicación estratégica. Esta comunidad no solo aporta conectividad; co-construye cobertura inteligente, descentralizada y alineada con las necesidades reales del entorno. Cada punto MoveOne instalado es más que un access point: es una celda indoor que respira junto a la red móvil, amplía la cobertura real y mejora la experiencia del usuario final.
En Venezuela y en toda LATAM, esta propuesta no solo soluciona una brecha técnica: redefine cómo se construye, distribuye y monetiza la cobertura móvil en entornos donde cada metro cuadrado conectado cuenta.
El momento de repensar la arquitectura de red es ahora. No basta con más antenas, más espectro o más promesas. Lo que necesitamos es más inteligencia, más colaboración y más redes que respondan a cómo y dónde se conectan realmente los usuarios.
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