Hace años que se habla de las Smart City o ciudades inteligentes, algo que se acerca cada vez más a nuestro diario vivir.
El concepto de Smart City fue acuñado a inicios de este siglo, principalmente como una evolución a lo que ya se conocía como ciudades digitales, donde se implementan las tecnologías de información y comunicación de manera amigable para los usuarios con el fin de hacer un uso eficiente de la tecnología y que este pueda aportar a mejorar la calidad de vida de la mayor cantidad de personas.
Construir una ciudad inteligente se logra trabajando de manera integral, es decir, aplicando nuevas tecnologías para gestionar un correcto funcionamiento de diversas estructuras de la ciudad: transporte público y privado, protección civil, uso eficiente de los recursos energéticos e hídricos, y un largo etcétera.
Hoy las personas consumen tecnología a diario. Los millennials y la generación Z, nativos digitales, no tienen problemas para manejarla. Pero no solo ellos, sino que en los últimos años también hemos visto cómo ha crecido su uso en los adultos mayores de 60 años.
Por ejemplo, de acuerdo al estudio “Transformación digital con las personas en el centro”, del Observatorio de Capital Humano Digital, OHD, de este grupo etario, un 64% reconoce utilizar la tecnología para comprar, mientras que un 80% lo hace para realizar trámites, un 68% para estudiar o aprender, un 80% para mantenerse informado, mientras que la mayoría, un 88%, la utiliza para mantenerse comunicados.
Claramente este cambio en la sociedad ha traído mejoras en la calidad de vida de las personas tanto a nivel personal, como familiar, profesional y otros. Tan importante se ha hecho la tecnología que ésta es el tercer sector que más contribuye al bienestar de los chilenos, con un 58%, sólo detrás de las universidades (59%) y los alimentos (58%). Esto indica que para las personas la tecnología es más importante para el bienestar que incluso el agua potable, las telecomunicaciones, la salud o lo agrícola.
No podemos entender las ciudades inteligentes sin el uso de la tecnología, y esta debe aportar para concretar estas ciudades del futuro. Esto se logra con trabajo y potenciando espacios de diálogo para los actores sociales y las marcas con una especial sensibilidad respecto de un nuevo futuro.
Para ello, es necesario poder encontrar espacios para la creación de valor con impacto social y medioambiental, fomentando así la sustentabilidad de nuestras ciudades y nuestros espacios. Alcanzado la armonía de vivir todos conectados en las ciudades del futuro, que hoy ya son cada vez más una realidad del presente.
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