Por: Marko Erkic, Regional Manager – North Latam en Infobip.
Tan solo en el último día recibí en mi móvil un mensaje de una compañía de domicilios invitándome a activar un código de descuento para comprar en ciertos supermercados, uno de mi medicina prepagada recordándome la cita a un especialista que tengo mañana, dos mensajes de mi banco corroborando transacciones, uno de mi proveedor de servicio móvil recordándome que debo pagar mi factura, uno de una reconocida farmacia diciéndome que solo por hoy tengo 30% de descuento en protectores solares y uno de un supermercado avisándome que el fin de semana habrá descuento en todos los productos de aseo pagando con ciertas tarjetas de crédito.
No cabe duda, las marcas quieren hablar conmigo -y con sus otros miles de clientes-. Quieren hacerme propuestas de valor, ofertas para que me quede con ellos, quieren ayudarme a que no olvide mis citas y quieren que me sienta tranquilo con mis transacciones. Por mi lado agradezco los mensajes de mi banco, los recordatorios de citas y pagos, todo aquello que me protege. Sin embargo, al hablar de ofertas ¿cómo pueden las marcas realmente captar mi atención?
Un banco que está loco por hacer compra de cartera me ha enviado siete mensajes en el último mes. Cada uno es diferente, pero dicen básicamente lo mismo “Paga menos intereses con la Compra de Cartera de x banco con una tasa de 1.20% N.M.V”, “Tienes pre-aprobada una compra de cartera con una tasa de 1,20% N.M.V”, “Te ayudamos, no es necesario pagar tantos intereses por tus obligaciones”. Aún no me animo a irme con ellos. Tal vez no estoy infeliz con tasa actual y me parece complicado hacer el cambio. Tal vez no veo suficiente valor en sus mensajes como para considerar la opción de aceptar su propuesta.
Qué tal si ellos en vez de enviarme esos mensajes con números que no me dicen nada me contaran una historia: me dijeran en sus mensajes la diferencia que al año hace un punto en una tasa de interés y todo el dinero que puedo estar perdiendo, que con esa diferencia podría estar ahorrando para mi próximo viaje soñado. Me explicaran que realizar ese cambio no me generará ningún trauma y me ayudarán en todo. Si esos mensajes fueran escritos de tal forma que yo perciba el valor de su oferta, quizás me interese en lo que tienen por decir, y eso, tiene su ciencia.
Desde nuestra experiencia, hemos encontrado que dos factores definen el éxito de un mensaje: la relevancia y la creatividad. ¿Qué tal si me llegara un mensaje de la empresa de patinetas eléctricas contándome que el tráfico hoy está colapsado e invitándome a transportarme de forma alternativa? Algo así como: “Bogotá hoy se mueve a 4km/hora, si tienes afán, hoy es el día para practicar tus habilidades en patineta y llegar en 15 minutos a tu destino. Hay una esperándote muy cerca de tu casa. Activa el código enpatinetasillego y obtendrás 10% hoy”.
O que tal este, imagínese que usted está en el aeropuerto listo para embarcarse en un largo viaje de trabajo y justo en ese momento empieza a llover y retrasan su vuelo cinco horas. Seguramente ya está irritado y en ese momento le llega un mensaje de su aerolínea diciéndole: María, ¿Por qué no hacer de esta espera el mejor momento de tu viaje? Levántate de la sala de espera y presenta este mensaje en nuestra sala VIP y te daremos 35% de descuento. Tenemos un delicioso buffet, bebidas ilimitadas, sillas de relajación, WIFI y toda la comodidad que te mereces. Además, te avisaremos cuando tu vuelo esté listo para ser abordado”.
Los mensajes de texto son una forma directa de llegar a los clientes, pero hay que encontrar el fino equilibrio entre ser relevantes y añadir una pizca de creatividad y cariño. Algo tan simple como saber contar una historia en pocos caracteres puede ser el secreto para convertir posibilidades en transacciones.